Moralidad y educación
La educación
al junto de la moralidad inculcan los hábitos de pensar y actuar que
ayudan a las personas a convivir y trabajar juntas como familia, amigos,
vecinos, comunidades y naciones.
La educación y la
moralidad crean un proceso de aprendizaje que permite a los
estudiantes y adultos en una comunidad escolar comprender, practicar
e interesarse por los valores éticos fundamentales tales como el respeto,
la justicia, la virtud cívica y la ciudadanía, y la responsabilidad por
sí mismo y por el prójimo. Sobre tales valores fundamentales, se
forman las actitudes y las acciones que son propias de las
comunidades seguras, saludables e informadas que sirven como los cimientos de
nuestra sociedad.
Durante su juventud,
los estudiantes pasan muchas horas de la vida en el salón de clase. El tiempo que
se encuentran en la escuela constituye una oportunidad de explicar y
reforzar los valores fundamentales sobre las que se forma el sentido de
moralidad.
En la
escuela, la educación y la moralidad deben abordarse de manera
integral de modo que se abarquen las cualidades emocionales, intelectuales y
morales de una persona y un grupo. Debe ofrecer múltiples
oportunidades a los estudiantes para conocer, discutir y practicar conductas
sociales positivas. El liderazgo y la participación de los estudiantes son
imprescindibles para que la educación moral se incorpore a las creencias y las
acciones de los estudiantes.
La posibilidad de educación y
formar moralmente a un individuo involucra fomentar una serie de
disposiciones morales inherentes en el ser humano para alcanzar su fin como ser
racional. Es por esto necesario que nos adentremos en los terrenos de una
pedagogía moral para apreciar las estrategias más eficaces que les permitan a
las personas responder a las elevadas exigencias éticas que brotan de las
facultades superiores del espíritu. Una vez asumido que el hombre es sujeto
capaz de moralidad, se trata de analizar la modalidad de realización de esta
disposición originaria o Anclaje, para utilizar una expresión del mismo Kant.
Se trata por igual de relacionar
la posibilidad de construir una teoría de la virtud desde el horizonte de una
ética formal-procedimental, con la necesidad de parámetros educativos
internacionales a partir de un acuerdo mínimo acerca de lo que se considera una
vida humana bien lograda desde el punto de vista moral.
La educación y la moralidad crean
en el sujeto autonomía personal, conciencia de deberes y derechos que deben ser
respetados y sentimiento colectivo en visión y misión, local y universal. Dicha
educación y moralidad convierten a los individuos en personas, en ciudadanos
locales y universales, en seres libres, sociables, felices y responsables.
Los fundamentos de la educación
moral en la escuela
Reciprocidad y autonomía: La reciprocidad está vinculada con la
autonomía, no en el sentido de libertad de todo tipo de unión, sino con el
sentido de libertad para uniones sociales. Autonomía no significa independencia
o autosuficiencia, dado que el ser humano debe estar en relación con
todos, esto es precisamente lo que hace comprensible la categoría de
reciprocidad.
Justicia y benevolencia: La
reciprocidad vale esencialmente para las relaciones entre iguales, conduce a la
justicia. La justicia da a cada uno lo suyo (Mertens. 1988, p. 45). Permite al
individuo conducir su vida del modo que estime acertado. Puesto que la igualdad
de los hombres es una de las convicciones básicas del pensamiento moderno, la
norma de la justicia en nuestros días es el trato igualitario. Pero tratar a
los hombres igual no quiere decir tratarlos de modo idéntico, trato igualitario
significa tratar igual los rasgos iguales. El caso típico de injusticia sucede
cuando, de dos personas de características parecidas o similares méritos, una
recibe mejor trato que la otra.
La justicia rige las relaciones
entre iguales, la benevolencia regula las relaciones entre desiguales. En este
sentido, el principio de la benevolencia es de esencial importancia para la
definición de las situaciones pedagógicas, porque la relación entre educador y
educando es una relación desigual. Entre niño y adulto hay un desnivel de
madurez que es lo que define, precisamente, el acontecer pedagógico.
Los
sistemas sociales que pretendan ser educativos deben, por consiguiente,
relativizar las normas de reciprocidad mediante la norma de la beneficencia.
Esta reflexión cristaliza en el concepto de la responsabilidad pedagógica y
también, por otro lado, en el de «eros pedagógico.
La responsabilidad pedagógica
consiste en obrar en favor del débil y del educando y tomar partido por el
futuro del menor. El amor pedagógico es la dedicación altruista a un ser humano
que necesita el apoyo (le otros para poder llevar su vida adecuadamente. Igual
que la benevolencia, en general, la responsabilidad y el amor, en particular,
implican relaciones recíprocas.
Poder y reconocimiento mutuo: Esta
argumentación evidencia que las relaciones pedagógicas no pueden definirse como
relaciones de poder, la educación tiene como premisa la reciprocidad y su
interés radica en pasar de la unilateralidad a la reciprocidad, pues aunque
haya poder debe de haber apoyo mutuo entre educador y educando, las relaciones
de reciprocidad no pueden decirse que sean relaciones de poder, porque las
relaciones recíprocas son, por definición, igualitarias.
Disposición para asumir con
responsabilidad la práctica de la moral dentro y fuera de la escuela
La disposición para asumir
con responsabilidad la práctica de la moral dentro y fuera de la escuela debe
ser un reto tendiente a generar cambios en las relaciones que se dan
dentro y fuera de la escuela, para dotarla de un nuevo sentido, hacer un
ejercicio de deconstrucción-reconstrucción cultural, para definir qué se debe
cambiar y qué debe permanecer dentro de la escuela que tenemos, en la
perspectiva de construir colectivamente nuevos modelos de convivencia social
basados en una nueva cultura escolar.
La práctica educativa de la moral
dentro de la escolaridad formal debe permitir al joven el desarrollo, la
diversificación, la coordinación, la jerarquización, la toma de conciencia de
sus motivaciones en relación con la actividad escolar, con su vida social, con
su futuro trabajo, y el papel que allí tiene su propia determinación y la
orientación a partir de un sentido y una significación muy personal, respecto a
lo que es una vida buena, una vida deseable; debe capacitarlo y posibilitarle
la construcción de proyectos de realización personal, empezando por un proyecto
dentro de su vida escolar y avanzando hacia un proyecto laboral y profesional y
de forma más amplia un proyecto de vida.
La práctica de esta en todas sus
formas y en todos los momentos debe tener como uno de sus fines la lucha contra
la doble moral que separa y coloca en oposición lo que se dice y lo que se hace
; doble moral que tiene tanto peso en nuestra vida social y que genera de un
lado escepticismo y rechazo de parte de nuestros jóvenes hacia todo lo moral,
en su conjunto ; y de otro genera también un facilismo, dado que la educación
moral se resuelve mediante una prédica que hace el adulto (padre de familia o
maestro), o se reduce a unos enunciados que se consignan en un texto o se queda
en un documento que contiene el “proyecto de educación moral de la
institución”. El logro de una coherencia y consecuencia entre la teoría y la
práctica es uno de los retos más grandes de la educación en su conjunto.
La educación ética y moral desde
luego, no es responsabilidad exclusiva de los maestros, de alguna área
curricular específica, del resto de la escuela, ni de la familia. Sin embargo,
la educación moral debe tener claramente definido el lugar que ocupa en el seno
de las prácticas formativas y educativas de la sociedad. La educación en
valores éticos y morales atañe directamente tanto a la educación formal, como a
la informal y a lo no formal.
Construir una escuela en la que
cada uno de sus miembros tengan la oportunidad de expresar y de que se tengan
en cuenta sus ideas, iniciativas, propuestas y sentimientos, implica ante todo
un cambio de mentalidad, un cambio de actitud, supone concebir la democracia
como una forma de vida, como parte de nuestra forma de ser y de relacionarnos
con los demás, es sentirla, es convivir con ella, en la búsqueda de hacerla
cada día más perfecta. La construcción de una cultura escolar democrática, es
algo más que la utilización de los espacios, mecanismos y procedimientos que le
ha otorgado la ley para el ejercicio de la democracia.
La práctica moral debe de
comprometerse en la construcción de comunidad pedagógica en el ámbito de la
escuela, de lo local, lo regional y nacional. Ello "implica superar las
barreras establecidas entre los expertos y los técnicos que se formaron como
elaboradores del pensamiento pedagógico y los docentes considerados como
ejecutantes y practicantes de la llamada pedagogía oficial. Es necesario
establecer puentes entre los primeros y los segundos, con el ánimo de construir
esa comunidad que se abra a múltiples concepciones y experiencias pedagógicas.
De esta manera el acto pedagógico deja de ser un acto privado.
Bibliografías:
http://www.monografias.com/trabajos67/educacion-moral/educacion-moral.shtml#ixzz4eBf2Eoch
http://html.rincondelvago.com/educacion-moral.html
http://www.allaboutphilosophy.org/spanish/moralidad.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Educaci%C3%B3n
Autoras del blog: Estos temas son muy útiles y prácticos para nosotros como futuros educadores pues debemos de tener presente que la educación que nosotros impartimos al junto de la moralidad crean en los dicentes los hábitos de pensar y actuar y que los mismos los ayudarán a convivir en sociedad.
ResponderBorrarHablar de moralidad en el aula implica vivirla y sobre todo practicarla ya que somos un ejemplo vivo para nuestros alumnos, algo que podemos resaltar es que la moral debe estar siempre orientada eliminar la doble moral pues muchas veces no ponemos en práctica lo que decimos y luego exigimos a nuestro a alumnos que tengan compromiso o que no sean así, cuando notros ni siquiera somos ni actuamos de forma correcta, pues como dicen por ahí las palabras se las lleva el viento, mas los hechos quedan y permanecen ¡sobre todos en los alumnos!.